28.4.10

La balada del hombre abandonado

Escondí en la niebla todas las veredas por las que pudieras correr y le robé a Lisboa los pillos que venden droga. Inventé el algoritmo que dejará el último pétalo de todas las margaritas en no me quiere. Hundí un petrolero en tu pecera.

Creé una raza de artistas inmune a tu espalda arqueada en el verano, a la sombra de tus pestañas a las 6:37 de la tarde, a tu boca entreabierta cuando lees a Brecht y al horror rubio de tu torso desnudo. No habrá sinfonías para la tenue asimetría de tus incisivos.

Maduré cada manzana para que no seas malvada y pisé a cada duende para que no puedas dormir. Recolecté yesca para encenderte un infierno y patenté tu ensoñada caligrafía para encontrar los rasgos del amor en todas tus cartas.

Al final del arco iris encontraste piedras y ningún zapato te quedó; meto el viento en mi cabeza cuando cruzas en otoño la calle; amanecí convertido en insecto cuando fuiste por tu caja de pertenencias. Le puse dentro a tus cosas cuando te despistaste con la libélula.

Construyo guetos para las flores, hiervo un sol para París y en la tarde borro las lluvias de estrellas de los calendarios; el sarcasmo en la conversación de madrugada, y le hice al cielo de tu playa favorita un hoyo sin ozono.

Así me quedé todo el día, desayunando lo bello y amarrándole hilos a las mariposas para espantarlas y que se llevaran el mundo.