29.7.08

Casi todos están a punto de morir


Siempre fue un tipo duro, se movía y no importaba si la tierra ensuciaba sus botas; era un tipo serio que fruncía el ceño y golpeaba los dedos contra la mesa cuando reflexionaba. Los tipos duros no resuelven los problemas, sino que los machacan en el piso como se le hace a una cucaracha cuando corre sobre en el piso; con los ojos que eran dos espejos mojados y los dientes escondidos como lobos en cavernas. Los rasgos del rostro marcados y escondidos por la sombra del ala sombrero; cuando pasaba junto a mí sentía la angustia del que va a morir. Todos lo conocían y él no recordaba a nadie, parecía tener una furia avasalladora por todo lo que no era él de igual forma en la que Dios se siente cuando al mundo ve. Sentado pasa el tiempo con él, de pronto con su bota apoyada en la columna del pórtico hace que su silla se balancee. Cuando la gente pasa suele pensar o decir que es un tipo duro y le temen como los barcos al peñasco. Yo siempre sigo sus pasos y ahora que está quieto quieto también lo sigo; los rayos del Sol se miran exactos porque éste pinta el polvo que levantan los caballos, los rayos de polvo chocan con las piernas de aquel tipo. Las mujeres escapan de su presencia y algunas voltean cuando él les da la espalda admiradas por el susto que él provocó en ellas. “La vida para ellos es el whiskey y esperar a morir”–decía mi padre–. Mi padre era cobarde. Todo se está muriendo y él es el que siempre está matando. Todos odian y le temen al que mata, todos deben de odiar y de temer a todos los dioses. Debajo de mi escondite, donde miro y admiro miro que aquel se levanta y se queda viendo a un punto que no logro ver, como cuando quieres mirar a donde un animal ve. Me acomodo en mi escondite cuando se levanta, su sombra dibuja a un hombre y un sombrero y dos pistolas en la madera. Está quieto y la gente se aleja de la calle, hablan entre sí, el barbero mira con una ceja levantada detrás de la ventana y junto a él un hombre con espuma en media cara. Un perro costilludo le ladra a un caballo y éste no hace caso. Por fin miro a dos hombres con chalecos negros. Aquellos parecen tipos duros que no encuentran un problema con eso de matar. Me quedo escondido y escucho a mi madre gritarme. Sé que si mi madre sale a buscarme no vivirá para mañana. No hay nadie en las calles más que aquellos tres. Mi madre sale gritándome. Salgo de mi escondite y corro hacia ella. De pronto escucho el rugido de miles de leones y siento el Sol que me quema la cara como cuando juego con mis hermanos y el agua. Ya no me quema el Sol porque mi madre lo ha tapado con su cabeza. Volteo la cara y miro a aquel tipo duro mirarme entre el humo de su colt. Veo dos hombres en el suelo con chalecos negros. Respiro tranquilo. Sonrío mientras mi madre mira cómo me apago.

Vann

17.7.08

Para otros casi nada

El amor tiene que ver con la locura en la medida en que la primera es la enfermedad mientras que la segunda es su síntoma. Tiempo después (para unos tiempo más, para otros casi nada) es posible que uno quede enfermo pero ya no presente síntomas. ¡A quién le importa una enfermedad que no presenta síntomas y sólo se acaba por morir junto con ella!