20.4.09

PROUST Y RELOJES

Ella camina con la mirada clavada en el asfalto, con un vestido dispuesto para los ratos de sol. Él camina con las manos en las bolsas, inmiscuido en un pensamiento que no es suyo mientras una parvada revolotea en la acera. Desaparecen las aves. La chica pasa de largo y el chico la mira. La genética, que baila al ritmo oculto de la vida, y el puñado de sangre que agita al corazón convergen para hacer chica-chico en un instante que pudo nunca existir.

ÉL piensa que Proust es el único que ha podido describir lo que hace el tiempo con el ser humano; ella piensa que un reloj lo hace mejor. Al final vale más la risa y el último trago de licor que descansa en el fondo del vaso. Para la salida en la noche, las hadas retozan en el cabello sedoso de ella y el misterio de la noche envidia la mirada que hay en él.





La plática del bar entre amigos se adereza con el secreto roce de la piel entre chica-chico. La luz del sol está por dispersar la noche y aquellas almas, que ya no reparan en los aguaceros y los peligros que figuran los leones, aún hacen de los arrumacos la excusa para compartir la cama una vez más. Un mundo que encontró su medida en los globos, conciertos desconocidos y garabatos en las servilletas; cocinando las galletas que nadie comería, las faldas y camisas en el suelo, los gemidos disonantes mientras termina el documental de Bergman, libros subrayados y el sueño profundo y compartido en medio de la ópera.

Las fotografías del collage que cuelga en la pared envejecen como el día y el cansancio mengua la risa estúpida y las flores que rellenan el florero. Las montañas más robustas se han vuelto ríos y éstos son los arroyos que vemos secarse. Las papas fritas ya no se acaban antes de terminar la película, es poco interesante la innata sencillez de él y ya no tiene la atención de él los dibujos que ella ha hecho de la nada en el papel; los paseos por la ciudad sin las manos amarradas vuelven a chico-chica en chico y chica. Ella se aleja con la mirada clavada en el asfalto y él camina por el lado opuesto con las manos en las bolsas del pantalón.


[Ilustración. Cecilia]